lunes, 11 de julio de 2011

ELITISMO A LO SALVADOREÑO



Hoy viendo fotos que una radio de El Salvador ha publicado en una red social, empecé a recordar a todos los actores que siempre han estado en la vida política del convulso estado centroamericano, unas cosas nunca cambian y esa es el elitismo: “Los mismos actores unos ya envejecidos, otros en otras banderas políticas pero siempre activos, son tan creativos que desde hace más de treinta y tantos años recitan  los mismos discursos con algunas variantes pero en el fondo el mismo mensaje…” El Salvador contemporáneo no es tan diferente al de antaño, la misma polarización hoy quizás más extrema pero por igual antagónica y dialéctica; ayer eran jóvenes revolucionarios que con su utopía querían cambiar las estructuras de un país históricamente elitista y hoy son jóvenes que no tienen un ideal más que “vivir la vida loca” y encuentran en la pandilla lo que no encontraron en su familia: una identidad y una cohesión  aunque sea de forma tan destructora socialmente, El Salvador sigue siendo un lugar sin condiciones sociales y su exclusión económica sigue siendo su más triste legado que ninguna bandera política ha logrado cambiar, ayer eran un ejército contra una guerrilla las que combatían en el escenario social salvadoreño ahora son las “maras” y el ejército, “el narcotráfico” y el gobierno, “la miseria” y la sociedad, en fin siempre si nos ponemos a analizar siempre va a ver dos bandos antagónicos luchando en el campo de batalla de nuestra ya desgastada sociedad salvadoreña.

La raíz cualquier analista social puede decirme que es la desigualdad social y la inmensa cantidad de personas que viven en la más baja capa social, pero ellos como tal no crean su propia realidad ellos tan sólo la viven, son otros factores históricos que la han mantenido y la han procreado, el salvadoreño cuando llega a salir de su condición social de pobreza se convierte en un “elitista” porque no quiere verse como un “pobre” y por ende se olvida de su historia llena de sufrimiento y carestías, muchos deciden emigrar y buscar otros horizontes como yo mismo lo hice en el camino y buena parte de mi familia también, y los que deciden quedarse deben de vivir los peligros que una sociedad en guerra (ahora con una nueva modalidad una guerra urbana creada por las pandillas y el narcotráfico) y asumen que están atrapados en una sociedad que cae quebrantada ante la falta de voluntad de sus políticos (que viven como si estuvieran en Europa con los más altos estándares en todos los niveles de vida) y por supuesto la “elite social” que vive abstraída de una realidad que no le toca más que en sus intereses económicos que es a la larga la razón primigenia de su riqueza pero que no afecta su nivel social.

El Salvador no ha cambiado mucho, sigue siendo un lugar surrealista, en donde se unen la realidad latinoamericana y el hampa, en medio una sociedad trabajadora que se esfuerza por sobrevivir, en sus bordes unos políticos desalmados que sólo les importa su dinero y su bienestar económico, Izquierda o Derecha da igual, ambas no han hecho mucho por nuestra sociedad, pan y circo nos han dado cuando hemos requerido una gestión seria, en los extremos una elite social poderosa que le es indiferente el gran resto de la sociedad que no tiene ni para comer, les venden consumismo para que se gasten lo poco que han logrado hacer trabajando: alcohol, vicios, sexo y todas las plagas que te llevan a ser consumista convulsivo desde comida rápida hasta ropa de alta costura, todo lo que el capitalismo vende en pro de su “negocio” (no porque sea malo) sino porque no le permite al ciudadano ser productivo ni se enfoca en crear ahorro, esas son las profundas aguas de nuestra realidad salvadoreña, y el mensaje de consumo llega a cualquiera que se puede llegar a la delincuencia para satisfacer sus deseos consumistas.

El Salvador no es tan diferente al que vi en mi niñez y me hizo salir ya de adulto, sigue siendo un lugar hermoso secuestrado por sus políticos, sus pandillas, su delincuencia, una mínima parte social ha puesto a toda la sociedad de rodillas, pero en el fondo sigue siendo un lugar hermoso, sus defectos no me ciegan para no ver su belleza, pero tampoco me cierran mi crítica, mis palabras no son para ofender sino para reflexionar sus razones, rescatemos a un país trabajador, productivo y digno por su naturaleza humilde y trabajadora. ¡Dios bendiga a El Salvador!
Ezequiel Méndez
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